La predicación
es un arte porque traslada el acto de la predicación a niveles fuera y, muy por
encima de los estándares comunes en nuestra sociedad cristiana. La predicación
se posiciona en el entendido de que el arte es un modo de trascender la
existencia para afectar mas allá de lo
temporal y espacial de los oyentes.
En el sentido
de la predicación como una obra del artista, ésta obedecen a un propósito
consciente y yo agregaría, intencional; nunca ningún artista se sienta sin una
idea previa de lo que pretende crear, al contrario, puede llevarse semanas
haciendo bocetos antes de comenzar a plasmar su obra. He de mencionar, que el
proceso ha comenzado desde sus bocetos y culmina, con la forma realizada de lo que imaginó, atravesando por la selección de
materiales y técnica a utilizar.
Mergat hace
bien en incluir un aspecto en lo que el llama como el de evocar en el espectador un placer estético análogo al del creador.
De ahí que el sermón sobrepase los aspectos antes mencionados y sea posicionado
en más que una obra de arte. En el
arte de la predicación el individuo esta estrechamente involucrado en el acto
artístico la cual debe de ser digna de
ofrecerla en el nombre de Dios.
Por lo tanto, la
predicación responde a un propósito de Dios, no humano. De ahí, que
acertadamente se declare que no predicamos por gusto, sino predicamos por
orden de Dios, por vocación. Cada predicador adquiere un propósito enorme a
la luz de 1 Cor. 9.16. El artista crea su obra de arte con todos los requisitos
mencionados previamente, en cambio, un predicador va mas allá de los aspectos
ordinarios pues éste no hace sermones,
sino hace cristianos. Lo hace porque lleva
el fruto cristiano. ¡Que filosofía tan profunda!
La premisa que
todo predicador debiéramos tener en mente es que Dios es el que da el crecimiento como producto de nuestra
predicación. De esto se desprende el
pensamiento que la Palabra de Dios llega
a través de la palabra del hombre con un propósito eterno: la salvación del oyente. Para lograr esto, la predicación, el artista de sermones, debe de ser
muy intencional en la elaboración de sus sermones. Después de lo anterior, podemos
afirmar sin titubeos que la predicación es más que un arte.
Daniel Medina G.
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